


espacio de arte contemporáneo en Córdoba
Georges Didi-Huberman.
El hecho de pintar se une con el hecho de comprender el rostro y, no sólo la parte de la cara que es la más relacionada con la identidad del sujeto, sino también toda la figura corporal y la comprensión de la materia de la que estamos hechos que es mutable, variable y manejable. En consecuencia, la pintura y la materia se unen en un mismo interés por comprender el interior del sujeto retratado, con la intención hipotética de desgarrar la situación material de la superficie. Este “desgarro” nos muestra otra superficie que, a su vez, nos lleva a otra y a otra… conformando una lectura difusa de lo que habíamos creído ver y comprender en un primer e inocente vistazo, cayendo bajo la trampa de la apariencia. Este proceso constructivo y reconstructivo de la identidad enlaza perfectamente con el proceso que se da en la acción de pintar. Se hace para deshacer, para volver a hacer y rehacer de manera prácticamente infinita.
El alma, los sentimientos, las sensaciones de dolor físico, la circulación de la sangre, el olor que desprenden nuestros cuerpos, el crecimiento del cabello, la piel y su continuo deterioro, nuestro yo interior y lo que somos ante los demás… conforman una complicada estructura de entramados que permanece oculta, pero presente, bajo la apariencia de nuestro físico. Pero además de todos los velos agregados a nuestro espacio corporal aparecen otros aspectos que van más lejos de la piel y de la propia carne. Estos aspectos son el vestido, el maquillaje, así como todas las intervenciones externas que realizamos en nuestro espacio corporal y que hablan de quién somos. Esta “segunda piel” aporta nuevas significaciones a la lectura de un sujeto, significaciones relacionadas con el entorno sociocultural del que venimos y que nos encasillan, nuevamente, en quién somos, en una identidad por/para los demás.